24/08/2020
CARTA ABIERTA A JUJUY
Soy Gabriela Zeballos, médica y jujeña. Llegué desde Córdoba, donde vivo, para sumarme al trabajo en el Hospital San Roque y postergué el regreso para continuar a la par de mis colegas. Sin embargo, hoy veo que mi provincia no entiende la situación que atraviesa y duele. Sé que tal vez es tarde para expresarme, pero creo que ayudaría a la población saber lo que sucede cuando se llega a una cama en Terapia Intensiva.
Con dolor, cada vez que salgo de mi Guardia, veo las calles llenas de personas; muchas reunidas de a dos, de a tres en forma innecesaria; bares donde se sientan juntas cuatro o seis personas; barbijos mal utilizados; personas que se burlan cuando en la vía pública un padre o madre coloca alcohol a su hijo mientras le pone guantes, barbijo y máscara porque seguramente no tiene con quien dejarlo en el hogar además de interminables filas donde la ansiedad o la ignorancia no permiten que se respete la distancia mínima.
Nuestros policías, no tienen como trabajo retarnos, llamarnos la atención como niños de primaria que se salen de una fila. Ellos, al igual que los médicos, son la primera línea en esta guerra y están cayendo cada día más. Esta guerra donde el enemigo tiene como poderosos aliados a la ignorancia y el miedo.
Y si pensamos en el paciente que llega a una institución para internarse, tengamos por seguro que debe sufrir el peor de los castigos: estar aislado, solo, enfermo rodeado de personas que están ayudándolo pero que no lo pueden tocar ni consolar. ¿Existe algo más horrible que eso? En el mejor de los casos, si no necesita respirador enfrentará de 14 a 21 días este sufrimiento, días en que esa cama estará ocupada. Y si el destino decide que padezca una forma grave de este virus, serán al menos otros 14 días más con la posibilidad que nunca más pueda ver a su familia. Nunca más. ¿Existe algo más ingrato, denigrante, doloroso?
Se hace cada vez más difícil para nosotros, médicos, enfermeros, personal de limpieza, guardias, personal de laboratorio, radiólogos cargar con eso. La preocupación nos crece cuando debemos conectar a uno de nuestros pacientes a un respirador porque en ese momento, sabemos que las chances de mejorar disminuyen.
¡Por favor Jujuy, despierta!
Hoy me duele mi provincia. En los Hospitales tenemos todo para dar soporte a cada paciente, pero está enfermedad no distingue entre personas y estamos cayendo también.
No hay en el mundo tratamiento específico y por eso es tan importante que cada uno se cuide con esas simples medidas que tanto hemos escuchado. Y no veo ese cuidado.
Sé que mi Jujuy ha sido ejemplo de grandes gestas, estamos a horas de un nuevo aniversario de nuestro Éxodo y sé que tal vez es tarde pero no me quiero rendir.
Por último, me permito decir que nosotros, el personal de salud, la primera línea, ya no nos deseamos “buena Guardia” sino “buena guerra”, así como hace días me trasmitió un colega. Por favor, si esto ayuda en algo, todavía podemos ser diferentes, podemos ser mejores.