14/03/2024
Desde entonces, había perdido la costumbre de montar una bicicleta. En su juventud eran esos mismo pedales los que la seguían a diario e invitaron a hacer de sus días unos más enérgicos: un medio por el cual recibir un trabajo físico que su temporada de exámenes le privó, sin embargo, el transcurso de los años le entregó un plano visual totalmente distinto. Tuvo una pérdida y, con ella, la infinidad de recuerdos en su memoria parecía una alegoría a la que no pertenecía. Actualmente recibía un entrenamiento personalizado en base a disturbios y peleas parametrizadas por agencia de inteligencia superior a cualquiera conocida por el humano y, aunque continuó siendo un secreto para muchos, ese vehículo compuesto por un par de ruedas no era más que un simple objeto agrado en su retina ausente de sentimientos.
Y aún así, no existía delito que cometiera si retara a esos recuerdos a ser parte de su vida y, a pesar de que legítimamente no podía ‘extrañar’, deseó ser parte de un ‘hogar’.
Situando su anatomía previamente diseñada –y poco obvia para el ojo humano– sobre la bicicleta, mantuvo el equilibrio. El primer paso resultó triunfante, el siguiente la llevó a distintos parajes que, perdida en un vehículo y la rutina del día a día, no fue capaz de ver: al parecer, ese insignificante modelo favorecía su trabajo. La gran ciudad era imponente, atractiva frente a su ojo inteligente dispuesto a indagar hasta en el más minúsculos de los detalles, pero discriminó que no todo lo que vería sería «bueno».
Era consciente que en los barrios bajos el delito era rebosante, plasmado de actividades corruptas a raíz de sustancias ilícitas que nublan el juicio de cualquiera, sin embargo, ella –tan diferente como similar a la creación de un supuesto Dios– no esperó presenciar tal interferencia en su sistema cuando el bipedo vehículo perdía su fuerza y la incitó a detenerse en una parada desconocida, en efecto, las ondas cerebrales modificadas de la cyborg confirmaron la existencia de un nuevo desafío: una entidad desigual y, quizás, programada humanamente para incurrir en arquitecturas como la suya.
Tragó en seco y, aunque la profundidad de sus pensamientos sucumbió a su inteligencia, sólo logró albergar una única hipótesis: aquel individuo no era un total desconocido. Enterarse de un boicot o, quizás, de que alguien ajeno a su agencia tuviera conocimiento de sus funcionalidades, le abrumó; así como esas fugaces sensaciones que le hacían creer que no era del todo un alma insensible, pero de pie, abandonando el objeto junto a la acera más cercana, dividió las señales identificando la proveniencia de aquella que le erizó la piel.
—No puede ser cierto… —masculló y, a pesar de que sus parámetros estadísticamente resolvieron no seguir con el trayecto, su dominancia imperfecta la llevó a golpear su puerta.