04/09/2023
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♡ SHINJUU ; 초기 활동 ˎˊ˗
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이 순간을 기억해 내 마음의 뒤에서 떨리는 손으로 서 있던 시간 스탠드의 군중은 열광했습니다, LONG LIVE 비명을 지르고 있었다, "LONG LIVE ALL THE MAGIC WE MADE"
En medio de la vastedad del horizonte, donde el cielo y la tierra se abrazan en un eterno beso, se encontraba ella, perdida en la inmensidad. El sol, un radiante orbe de fuego, comenzaba su lento descenso hacia el océano, tiñendo el firmamento de colores dorados y púrpuras que se mezclaban con el azul profundo del crepúsculo. El viento jugueteaba suavemente con su cabello, acariciando su rostro y sus pensamientos con la delicadeza de un poema susurrado al oído de la tarde.
Ella estaba allí, en ese rincón secreto del mundo, donde el tiempo se detenía y las preocupaciones se desvanecían como hojas al viento. Su mirada se perdía en la distancia, en un éxtasis silente que le permitía desconectar del tumulto de la vida cotidiana y sumergirse en la quietud del presente. No pensaba en nada, no necesitaba pensar en nada. Sus ojos, dos espejos del alma, se convertían en ventanas hacia el infinito, hacia ese lugar mágico donde las palabras quedan atrapadas en susurros y los pensamientos se desvanecen en susurros de brisa.
Los sonidos del mundo se desvanecían a su alrededor. El canto de los pájaros, el murmullo del arroyo cercano, el susurro de las hojas al rozar el suelo, todo se convertía en un eco lejano, como si el universo entero conspirara para permitirle este fugaz y precioso momento de serenidad. En ese instante, ella era parte de la naturaleza, una extensión del paisaje, una nota más en la sinfonía silenciosa del mundo.
Sus pies descalzos se hundían en la suave hierba, y podía sentir la frescura de la tierra bajo ellos. El sol acariciaba su piel con sus rayos dorados, y podía sentir su calor reconfortante. Cerraba los ojos de vez en cuando, como si quisiera capturar ese instante en su memoria, como si quisiera convertirse en una con el universo. Y así lo hacía, al menos por unos instantes mágicos.
Las nubes, esas nubes algodonosas que adornaban el cielo como pinceladas de un pintor celestial, se desplazaban lentamente, como bailarinas en un ballet eterno. Ella las observaba sin mirarlas realmente, porque su mirada seguía perdida en la distancia, más allá de los límites del horizonte, más allá de lo que los ojos podían alcanzar. Allí, en ese lugar inexplorado, se encontraba la belleza en su forma más pura.
No necesitaba palabras en ese momento, ni explicaciones, ni razones. La mente estaba en silencio, en reposo, como un río que ha dejado de fluir para convertirse en un espejo tranquilo donde se refleja el cielo. En esa quietud, en esa pérdida de la mirada en la distancia, encontraba una paz que ninguna palabra podría expresar. Era una comunión con el universo, una danza cósmica en la que ella era una partícula efímera, pero importante.
El tiempo pasaba, pero no tenía importancia. El reloj no tenía voz en ese rincón mágico de la tierra. Los minutos y las horas se convertían en un concepto abstracto, en números que no significaban nada. Ella era eterna en su efímero momento de contemplación. Cada instante era un regalo, un tesoro que atesoraba en lo más profundo de su ser.
La luz del sol continuaba su lento descenso, tiñendo el cielo de colores cada vez más profundos. Las estrellas comenzaban a asomarse tímidamente en el lienzo de la noche. Y ella, inmutable, seguía perdiendo su mirada en la distancia. No había pasado un segundo desde que se adentró en ese trance poético, pero también habían transcurrido siglos en su interior.
En el silencio de su alma, encontraba respuestas a preguntas que nunca había formulado. Descubría la belleza en las pequeñas cosas, en los detalles más insignificantes de la naturaleza que la rodeaba. Las hojas de un árbol se convertían en obras de arte, los reflejos en el agua eran destellos de luz divina, y el susurro del viento era el canto de los dioses.
Finalmente, cuando la noche cubrió por completo el cielo y las estrellas brillaron con todo su esplendor, ella regresó lentamente a la realidad. Había pasado horas, o tal vez solo unos minutos, en ese estado de éxtasis silencioso. Sus ojos volvieron a enfocar el mundo que la rodeaba, pero ya no era la misma. Había experimentado la magia de perder la mirada en la distancia, de desconectar de la vorágine de la vida cotidiana y sumergirse en la quietud del presente.
Se levantó con una sonrisa en el rostro, consciente de que ese rincón secreto del mundo siempre estaría allí, esperándola. Sabía que podía volver en cualquier momento y perderse nuevamente en la inmensidad del horizonte, sin pensar en nada, solo siendo parte de la belleza del universo.