08/05/2023
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ㅤㅤㅤ TENGAMOS UNA DESPEDIDA, FINJAMOS QUE TUVIMOS UNA
ㅤㅤ 今を楽しめ KAZUHA, LEAVES IN THE WIND
El viento estaba más agitado de lo común, al igual que la marea. Podría haber pasado desapercibido de no ser porque estar en constante comunicación con el elemento de su visión se había vuelto (al menos hoy) un arma de doble filo; servía para enemigos, para aliados, para trayectos e incluso para destinos desconocidos donde Beidou confiaba en su intuición y Kazuha, tímido pero orgulloso, tomaba el lugar como unos de los guías principales de la Flota Crux. El lado negativo venía en noches como esta, donde la marea golpeaba demasiado el barco y el viento parecía gritarle que algo malo sucedería en cualquier momento.
Abre los ojos, entrecerrándolos al instante. Algo no estaba bien.
Toma entonces la espada de tintes rojos excesivamente problemática al inicio, tomándola con su brazo lleno de vendas mientras trataba -a las puras- ponerse el abrigo. No estaban pasando precisamente por los fríos inviernos, pero el mar llegaba a ser en demasía helado y cruel como para pasar en ropas ligeras, pero si se trataba de una amenaza en un estado sumamente vulnerable como ahora con la mitad de la tripulación dormida y unos pocos -como él- despiertos por insomnio o por mantener el barco a flote. «No, no puedo dejarlo pasar», piensa al salir del camarote, yendo al exterior en silencio y con la determinación a atacar a cualquiera que se meta en el camino.
Sorpresa suya fue cuando lo único que encontró al salir fue una oscuridad inmensa y unas pocas linternas que no servían de mucho. Fuera de ello, los ojos carmesí no pudieron detectar una sola anomalía, haciéndole suspirar exhausto.
—Pero, ¿por qué estás tan agitado?
—¿Hablando solo de nuevo? ¿Sigues con eso de que “el viento te dice cosas”? pff, no has cambiado nada.
Si por alguna anomalía se refería a aquel ser precioso, Kazuha tendría que hablar seriamente con su viejo amigo. Su alerta acababa de ser vilmente detenida, sus músculos relajados y una pequeña sonrisa a ojos cerrados había hecho que guardase su katana al bajar la guardia, incluso su corazón había dado tantas vueltas con emoción que, por un instante, recuerda los momentos donde ap***s había conocido a Kunikuzushi cuando ambos huían de Inazuma.
Kazuha jamás dejaba de estar en alerta, pero ¿qué mal podría hacerle aquel que lo enamoró y mostró lados que no mostraba con nadie? Abrir los ojos era una bendición de los arcontes y vivir al mismo tiempo que él, una sola muestra de que continuaban existiendo razones por las cuáles debía continuar esforzándose y conociendo mundos para traerle en la mano. Ahí, viéndole con estrellas en los ojitos antes de darle la espalda, sabiendo que lo seguiría con alguna que otra burla compuesta por la altanería que se permitía tener con el más bajo. Sorprendentemente, no llegó. Pero tenía mesas que no sabía de su musa, así que no le obligaría a hablar de lleno sobre ello, pues tiempo tendría de sobra. Más si lo tenía en sus brazos como ahora, donde el pelinegro le abraza con fuerza arriba de su cama mientras Kaedehara acaricia su cabello con delicadeza, sin camisa en el cuerpo para cumplirle el capricho de escuchar un corazón de verdad.
—El más puro y bueno de todos.
—¿Lo sigue siendo? Supongo que no has conocido más corazones, Kuni.
—Tampoco me interesa serlo, ¿o ya quieres un reemplazo?—Kazuha ríe con ternura, tirando despacio de uno de sus mechones únicamente por mera maña. Le gusta cuando su pareja hace esas muecas caprichosas y también cuando se aferra a él como un gatito, acariciando su espalda mientras tararea con calma una de las canciones que alguna vez Yunjin le recomendó.
—Podrías intentarlo.
En otra ocasión, Kunikuzushi podría haber dicho que ya estaba hecho. Extrañamente, el silencio inunda la habitación tras sus palabras, únicamente sintiendo como se aferra a su cuerpo; en respuesta, Kazuha hace lo mismo.
—Podría, pero no quiero. Tampoco lo lograría.
—Yo sé que no. Yo tampoco podría hacerlo.
Una risa amarga es lo que sale por su labios. Está a punto de preguntar que es lo que sucede, pero su chico se le adelanta cuando se aleja únicamente para verlo directamente a los ojos: morado contra rojo, brillo contra pena. ¿A esto se refería el viento con tener cuidado? Él jamás le haría daño, pero ¿por qué se siente tan distinto?
—Oye, ¿estás…?
—Zuzu, mírame a los ojos y dime que me amas.
Parpadea perplejo. A Kunikuzushi no le gustaba que dijera que lo amaba todo el tiempo, dedos le sobrarían contar las veces en las que se lo había dicho. Que lo pidiera de repente era tan… vergonzoso. Pero lindo. Pasaría toda su vida diciéndole que lo ama, sin pena alguna más había algo distinto ahí que no le cerraba del todo.
Le preguntaría algo. Tendrían tiempo igual.
—Te amo—susurra, pasando una de sus manos por el cabello oscuro. Tiene los ojos únicamente puestos en él y lo único que se escucha es la marea que golpea lentamente la flota Crux.
Hay un silencio por algunos segundos. Kunikuzushi lo rompe.
—Bien, no te creo si es de esta forma. Así que dilo otra vez
Suelta una risa. Era un mañoso de primera, pero ¿cómo no cumplirle sus caprichos? Por ello es que abre los ojos, encontrándose con esa mirada llena de superioridad tanto como de cariño que tanto le gusta, tomando sus manos para acariciar los nudillos fríos de su cuerpo.
—Te amo.
—Otra vez.
—Kuni, ¿tu estás…?
—Otra vez, por favor.
Ignora que el viento le dice que algo no va bien. Que no confíe en él, tomando su rostro entre sus manos al deshacerse de una las vendas para que el contacto expuesto de sus cicatrices muestre la sinceridad y al vulnerabilidad misma de un cuerpo que ha pasado por tanto y que poco confía, abriéndose ante él sin dejar de verle a los ojos.
—Te amo.
—... Otra vez—que baja la mirada, pero Kazuha se la levanta, atreviéndose a dejar un beso delicado en sus labios resecos. ¿Cuánto dejó en descuido a su pequeño? Le llenaría de besos a primera luz del día, de eso no había duda.
—Te amo.
—De nuevo.
—Te amo, te amo, te amo.
—Bien, estás siendo demasiado cursi. Vamos a dormir antes de que tengas recitando otro de tus poemas demasiado presuntuosos.
—¿Me contarás mañana por la mañana por qué me pediste esto?—Kunikuzushi asiente. Kaedehara odia dudar de él, pero debe culpa del viento—¿lo prometes?
Hay un pequeño silencio, otra vez. El mar parece ser quién toma la palabra antes de que Kunikuzushi asienta, acercándose a su frente para depositar un beso ahí mismo, haciéndole sonrojar al instante mientras siente sus manos sudar.
—Te lo prometo, tonto.
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Para cuando Kazuha despierta, la soledad es lo único que lo acompaña. No debía afectar de cualquier forma, pues no recuerda haber visto a alguien luego de salir de su habitación y regresar. Sin embargo, la sola sensación de algo faltante le hace sentir tan triste que pocas ganas tiene de comer o de saludar a cada miembro de la tripulación, yendo hasta el punto más alto del barco para quedarse ahí sentado, con el viento hablándole y las pocas hojas que lo alcanzan acompañándolo como si buscase llenar algo que, está seguro, no tiene.
—¿Todo bien por acá, Zuha?—le habla Beidou, sabrá desde cuándo está ahí. En respuesta el albino asiente, extraño.
—Sí, solo algo… raro.
—¿Uh? ¿Por qué?
—Se siente como si algo me faltara. Como si debía encontrarme con alguien al despertar.
Y viendo hacia el cielo, completamente azul y sin ninguna nube, el samurai frunce su nariz.
—Como si me hubiesen prometido algo.