25/07/2022
Todos pertenecemos a un lugar, todos tenemos un lugar de origen, el cual vemos evolucionar a la par que evolucionamos nosotros mismos, cuyos problemas presenciamos día con día y cuyas tierras nos hacen sentir acogidos. ¿Existe algún queretano que no se sienta en casa al ver la estatua de Conín cuando entra a la ciudad mientras viaja por la carretera 57, o cuando entra a la "caseta de celaya", o cuando ve la iglesia de Santa Rosa Jauregui? Los gentilicios son identidades que no sólo nos definen geográfica y demográficamente, sino que enmarcan toda una identidad cultural, histórica e incluso tradicional, que nos hace predecir hasta el acento de una persona: no hay modismo más queretano que decir "¿Sí?, ¡di!" cuando algo es sorprendente o no lo podemos creer (apenas puedo descifrar cómo se escribe).
Más allá de lo inmerso y denso y delimitante que puede llegar a ser un gentilicio, una cultura, un idioma o un color de piel, me gusta pensar, de vez en cuándo, cómo de iguales somos las personas. Igual que yo tengo 2 ojos, un cerebro y un corazón, así también lo tiene una persona judía, una persona que vive en Azerbaiyán, una persona homosexual, un presidente en Brasil o un mendigo de CDMX. Al final del día, humanos todos.
Hoy me siento muy orgulloso de compartir mi primera publicación fotográfica oficial. Tuve la fortuna de ser uno de los ganadores de la convocatoria "El Pulso de la Ciudad", participando en el libro de fotografía de calle en conmemoración del CDXCI aniversario de la fundación de la Ciudad de Querétaro. Gracias siempre a las personas que confían en mí.