28/05/2024
¿Podemos encontrar un significado biológico al arte, más allá de sus implicaciones simbólicas? ¿Puede cualquier imagen llegar a considerarse arte? ¿Por qué el arte nos produce placer? ¿Sentimos realmente una necesidad física de producir arte, de ver arte? Cuando uno se enfrenta al estudio de la neurobiología del arte, tropieza casi de inmediato con un primer obstáculo: su definición. Mientras que el cerebro es un objeto físico definido, desmenuzable, que podemos investigar, la definición de «arte» es más compleja, ya que se trata de un concepto creado por la especie humana. Por tanto, ha estado y continúa estando sujeto a profundas disputas, dado que su definición recibe múltiples interpretaciones que varían según la cultura, la época, el movimiento o la sociedad. Haga el lector la prueba. Pregunte a quien tenga al lado qué es el arte, para qué existe o cuándo surge. La falta de respuesta, o en su caso la falta de acuerdo sobre lo que significa y lo que implica el término, es casi constante. Puede ser una estrategia interesante cuando se acaba la conversación. El filósofo y musicólogo Theodor Adorno escribió que «el arte en sí mismo es un enigma», un misterio que ha crecido con la historia. Los descubrimientos recientes de la neurociencia y la aparición de nuevas tecnologías que permiten escudriñar la actividad cerebral en vivo obligan a reformular ciertas teorías, tanto en el campo de la ciencia como en las artes.
Semir Zeki, profesor del University College of London y codirector del Wellcome Department of Cognitive Neurology, estudia las bases neurobiológicas de la apreciación del arte y la belleza, y afirma: «El problema de si existen ciertas características que hagan a los objetos hermosos ha sido debatido durante miles de años tanto por artistas como por filósofos». La pregunta, en definitiva, es en qué medida cualquier objeto puede ser considerado artístico por lo que es, o más bien por lo que suscita en nuestro cerebro al percibirlo. Es decir, para entender el arte debemos tratar la íntima relación existente entre la obra del artista y la experiencia originada en quien la contempla, analizando las características propias del procesamiento del sistema visual o auditivo y de la percepción en general de las que se han aprovechado los artistas a lo largo de los siglos, o sea, incorporar la neurociencia y la psicología de la percepción. De este concepto surge la neuroestética, que estudia la organización neurológica del cerebro en relación con la experiencia creativa o apreciativa del arte. Si ahora intentamos definir la estética, entendida como reflexión y apreciación del arte o, más concretamente, como disciplina que estudia lo bello, nos damos cuenta de que tampoco esta ha mantenido siempre un significado constante. El arte, como el resto de las funciones del ser humano, es un producto del cerebro y, como tal, podría considerarse la expresión de la funcionalidad neurológica, siendo en gran medida el resultado de cómo el cerebro organiza e interpreta la información sensorial, el único material a disposición del artista. Desde esta perspectiva, el arte, la literatura, la música o la pintura son productos del cerebro, y a ello podría deberse también su éxito. La gran pregunta es, por tanto, qué ocurre en el cerebro durante la creación o percepción del arte y qué es lo que hace que una producción humana sea «arte». Aún más interesante es el hecho de que los sustratos biológicos de los procesos creativos pueden emerger de la enfermedad mental, como veremos en el último capítulo de este libro. Esta influencia se puede entender a través de la plasticidad cerebral y sus efectos en la conectividad y en las habilidades del individuo. La plasticidad cerebral se refiere a los cambios estructurales y funcionales en el cerebro que resultan del aprendizaje y de la experiencia. Dada la importancia que tienen los mapas de conectividad en la actividad mental, ya podemos hacernos una idea de que los cambios en estos mapas, determinados genéticamente o a través de la influencia del entorno, generarán también cambios en nuestras habilidades.
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