En lugares como éste, artistas españoles y novatos de la Isla ofrecían funciones de variedades. Esas representaciones anteceden al teatro llamado vernáculo con figuras populares, en boga desde entonces y hasta fines de los 60 de la pasada centuria.
El padre del teatro en Cuba, don Francisco Covarrubias, se formó en sitios de esta categoría y en 1847, durante la memorable despedida efectuada en el Teatro Circo Villanueva, declaró en inspirados versos:
Y esto que parece acaso / que en un circo sea mi oriente / y en otro circo mi ocaso.
Culminar la aventura que elevó la carpa a gran escenario requirió sobre todo pasión, que se hereda, transmite, contagia. Concluía el siglo XIX y actuaba en la capital el Circo París. Su último dueño, Felipe Soler contó al prestigioso mago Nevali, y este trasmitió a otros, la historia del surgimiento de un apellido unido al oficio circense con hondas raíces: los Montalvo, sangre, escuela, tradición y práctica.
En 1915, procedente de Panamá, nos visitó Pubillones, un resorte que disparó la fiebre circense. Poco después, Pablo Santos vinculado con Federico Artigas, en asuntos de cine y con interés en promover espectáculos de hombres y fieras, estrenaron una temporada circense en el Teatro Nacional del Centro Gallego. Los panameños se presentaron en el Payret y frente a ellos Santos y Artigas, ambos en el céntrico Paseo del Prado.
Compañías de renombre en esa época fueron los Hermanos Torres, fundada en 1934. Uno de sus miembros, Roberto, encarnó al conocido payaso Chorizo. También los Anchía tuvieron un número acrobático muy bueno. En el capítulo de extranjeros, los circos norteamericanos no salían de la capital, traían fenómenos vivos o mu***os, en muchos casos trucos; pero en cuanto a visitas vinieron hasta gitanos.
Hace dos años se cumplieron varios aniversarios: el centenario de los Montalvo, los 45 años del Gran Circo INIT que funcionó durante 1962 y 1963 por todo el país, y la nacionalización de las carpas itinerantes restantes. En total se intervinieron 42 empresas con 996 trabajadores entre artistas y músicos. Fue la manifestación artística más demorada en pasar al pueblo.
El circo se había dado a querer, iba con paso amigo por ciudades, caseríos, campos, bateyes con olor azucarado y dejaba su promesa de volver. Provocaba suspiros, agradaba, complacía, a veces con la carpa raída y hasta sin ella, enfrentaba penurias, ciclones, temporales, pero venía.
Tras el triunfo de enero, convertido en Circo Nacional INIT y primer Circo Socialista de América, debutó en el mismo lugar del inolvidable pionero de 1800: la Plaza del V***r, hoy parque El Curita, cerrado por las calles Reina, Galiano, Águila y Dragones, en ciudad de La Habana.
En febrero de 1962, el joven Gobierno Revolucionario entregó al Consolidado de Centros y Atracciones Turísticas una carpa azul de cuatro mástiles y un tren de 34 piezas con cocina, dormitorios, oficinas, restaurante de lujo, planta eléctrica, dos pipas de agua potable, baños y un círculo infantil para los hijos de los artistas.
Dentro, todo era hermoso, brillante; guardapoles como caramelos enormes, pista roja y gigante, camones con luces. Todo el espacio aéreo colmado de aparaturas llenaba a los asistentes de interrogantes y una cortina roja sugería que algo fantástico se haría realidad. Esta carpa, con personal excelente, giraba por todo el país durante 10 meses.
Después vinieron los festivales: INTERCIRCO, por principales puntos, y CIRCUBA a partir de 1981, retomados nuevamente en el año 2007 después de un largo descanso desde 1991. Cuando en agosto de 1981 se realizaba la primera edición del Festival Circuba, los cirqueros de pura sangre no sabían que estaban haciendo un acto de fe mayor: la fundación del más importante evento de su tipo en el continente americano y uno de los diez mejores del orbe.
Desde su génesis, Circuba ya era un festival exitoso. A su primera edición asistieron más de 70 000 personas, entre ellas artistas de renombre del desaparecido Campo Socialista, que tanto marcó la estética de los payasos y malabaristas del patio en aquella etapa fundacional.
También llegaron diversos premios internacionales: Pista Joven de París; Moscú, en la entonces URSS; Primavera de Pyongyang, Corea; Doha, Qatar; Veo Veo, España; Ulan Bator, Mongolia; Montecarlo, Karlovy Vary, en la antigua Checoslovaquia; Riva de Garda, Italia y, más recientemente, en Albacete, España, en Wuqiao y Zhuhai, China, en Grenoble, Francia y en Hanoi, Vietnam, en cuyas pistas logramos aplausos y medallas de todos los metales y colores. Momento histórico de la nueva generación de artistas cubanos lo fue recientemente la obtención del codiciado CLOWN de PLATA -por primera vez- en la edición 37. del muy famoso, Festival Internacional de Circo en Monte-Carlo, por intermedio de los gimnastas en mástil, Leosvel y Diosmani quienes insertaron sus nombres y el del circo cubano en páginas gloriosas del que es considerado el festival mas grande en la historia del circo.
En 1976 nació el Circo Areíto en Camagüey, y al año siguiente la Escuela Nacional Yuri Mandich. En 2002 debutó con el nombre de Circo Nacional de Cuba en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional y en agosto de 2005 se inaugura la Carpa Trompoloco con el espectáculo "Ritmo, Color y Fantasía".
Hoy se recuerda a Erdwin Fernández desde la habanera carpa emplazada, en la intersección de 112 y 5ta, en el municipio de Playa, sede oficial de las presentaciones del Circo Nacional de Cuba y su festival Internacional. Luego de una reparación capital, efectuada en 2015, se le incorpora, por primera vez en la historia del circo cubano, un novedoso sistema de climatización para aumentar el confort del público y los artistas. Desde ese momento fue reconvertida en el Centro Cultural “Carpa Trompoloco”.