23/05/2022
LAS GANAS DE VIVIR
Hubo un tiempo en el que era un lugar atractivo para los jóvenes. Durante gran parte del siglo XX, la ciudad estaba llena de vida, los comercios tenían sus puertas abiertas y la juventud se reunía en plazas y locales de baile.
La situación económica era desastrosa, claro está, debido a la posguerra y, evidentemente, había personas que se veían obligadas a emigrar a grandes ciudades o, incluso, a otros países, pero los que se marchaban lo hacían con gran pesar, con un intenso dolor en sus corazones por tener que abandonar su querida ciudad.
Los que se quedaban eran felices aquí; no pensaban en las grandes discotecas de Madrid o Barcelona, sino que se divertían en el Moderno, Amayuelas o el Elvis y allí reían, bailaban, cantaban, se enamoraban y celebraban la vida.
Esa explosión de vida dio como resultado el boom demográfico de los 80, síntoma de una ciudad en la que todo el mundo quería establecerse y echar raíces. Un espejismo que, lamentablemente, comenzó a desvanecerse en las décadas posteriores.
Porque hoy, con una población similar a la de aquellos años, esa ilusión por quedarse en Ciudad Rodrigo parece haber desaparecido. Los datos de pérdida de juventud son alarmantes (hay más habitantes mayores de 80 años que jóvenes entre 20 y 30 años).
Sería un insulto hacia nuestros mayores decir que la situación económica actual es peor que la de los años 60. La realidad es que los jóvenes no se quieren quedar por falta de incentivos, porque la ciudad está tomando un carácter que no atiende a sus necesidades; poner flores en la Plaza del Buen Alcalde no es la solución para llenar de vida una ciudad.
Apostar por ellos es nuestra salvación, darles ganas de vivir, proteger el Farinato Sound, favorecer la música en directo en la calle y en locales como Café D'Morán, OC o Yoanna Irish Pub y ofrecerles incentivos para que puedan volver a sentirse orgullosos de pertenecer a esta ciudad, como en su día lo hacía la juventud de los 60/70.
Hay que tomar medidas para que las ganas de vivir no abandonen nuestra ciudad. Medidas que también beneficiarían a los más mayores, porque seguramente no hay nada más triste para ellos que ver marchar a sus nietos a cientos de kilómetros de distancia.
Estamos a tiempo de tomárnoslo en serio.
Ciudad Rodrigo, te quiero 🧡