Las tardes que se alargan, las terrazas llenas, las tertulias improvisadas a la fresca, las siestas sin reloj, el olor de la tortilla del vecino colándose por el deslunado, la playa y las piscinas, el Tour de Francia, las reposiciones televisivas, un helados, dos helados, tres helados, el ruido de una moto bien entrada la noche, las fiestas del pueblo, los bailes, las canciones a poqueta nit, las
hamacas, las cenas de sobaquillo, las luces de las verbenas, las risas, las caras de felicidad. El mes de julio vuelve a ser el refugio de las canciones frescas, los coros acompasados y las palmas sincopadas. Vuelve un año más el y lo hace en su casa, en Las Naves, en cuyo patio al aire libre flotan estribillos y estrofas al son de la brisa fresca. Fieles a su máxima de que todos los que se suban al escenario deben haber estrenado disco en ese año. De los ritmo tropicales de Nacho Pereda a la deslumbrante propuesta del dúo formado por Mireia Vives y Borja Penalba (que pasan del susurro a la rumba en menos de un pestañeo), pasando por la desopilante militancia de Las Víctimas Civiles, la carga emocional de las canciones de raíz americana de Bonnie Prince Billy y los clásicos al instante de Julio Bustamante. Y todo a precios populares (6€) y con la posibilidad de llevarse cada uno su cena. La organización corre a cargo de la Asociació Cultural València Pensa que sustituye al Proyecto Matraz del Grao y su objetivo no es otro que el de reivindicar la tradición festivalera propia de las costas del Mediterráneo. Olvídense de San Remo, Benidorm, Benicassim y todas esas celebraciones de la nostalgia musical propias de generaciones precedentes. Es el momento del , música, verano y canciones en los Poblados Marítimos de Valencia.