29/08/2018
ELLA ES MI ABUELA y me enseñó algo sublime.
Este Plan C es para ella y para todas las abuelas del mundo.
Hace poco más de un mes, mi abuela me enseñó algo sublime, algo en lo que poco pensamos o que pocas veces entendemos. Fue una tarde en la que estaba triste, aburrida, nostálgica.
Conversé con ella y le pregunté por su semblante. Me dijo que extrañaba su casa, algo que con frecuencia los abuelitos dicen, sobre todo, cuando por cuestiones de cuidados, tienen que emprender "giras artísticas" en casa de hijos e hijas.
No había mucho que podía hacer para remediar eso. Entonces, le propuse que pensara en actividades que pudieran divertirla o distraerla, ¿qué tal bisutería abuela? puede ser, me decía. O, ¿qué tal algo de pintura? puede ser respondía. ¡Oh tal vez algún rompecabezas! le dije, mientras ella me respondía con un taciturno quizá.
Estaba por inclinarme a pensar que en realidad mi abuela traía extraviado el sentido de la alegría. Pero no me rendí, así que le pregunté: Abuela, ¿en verdad nada de esto se te antoja? ¿ninguna de mis ideas te llama ni poquito la atención?... y allí, ¡pump! ¡explosión de realidad!
Hija, me dijo paciente, "en realidad TODO lo que me ofreces se escucha interesante, lo malo es que no estoy segura de saber hacerlo, toda mi vida me la pasé teniendo hijos, luego cuidándolos, más tarde todo era trabajar y trabajar, ir y venir al molino, siempre atender y atender a los demás. No sé hacer otra cosa más que cocinar, remendar y hacer la casa, y ahora por mi edad, no puedo hacer ni eso, es más, ya no tengo ni que hacerlo. Y te digo, no estoy segura de poder hacer nada más sin echarlo a perder".
Mi abuela me rompió y me remendó el corazón con su declaración.
Me reveló un tesoro con su sinceridad.
A veces la depresión que experimentan nuestros abuelitos y abuelitas no proviene de no "querer hacer nada" sino que lo que se sienten capaces de hacer, ya no es apremiante y lo que no han experimentado, les da miedo intentarlo, como si fueran niños.
¡No se diga más le contesté! Tu me vas a esperar aquí y ahorita vamos a descubrir que cosas te gustan. ¡No te me muevas y no te me escapes! le dije. Ella se rió porque obvio, no puede moverse fácilmente. Así que salí a comprarle un kit de colores, unos libros de mandalas, un libro especial con hojas en negro, de esos que tienen que raspar con una navajita incluida para descubrir los colores que hay debajo y una mesa plegable solo para ella y sus nuevos pasatiempos.
Debo contarles que desde ese día, anda como niña por toda la casa con sus lápices de colores, sus libros y la mesita plegable.
Me atrevo a decirte, que hoy, al menos solo por hoy, no des por un hecho que los "viejitos" están allí sin humor de nada.
Ayúdales a darse cuenta en esta etapa de su vida, de todo aquello que les faltó experimentar y que puede convertirse en el color de sus días.
Eso sí sería un grandioso día de los abuelos y de las abuelas, ¿no crees?
Con amor,
Plan C es Cynthia García-Galindo