Son las expresiones que sin duda, más escuchamos cuando nos dirigimos hacia algún show. Y tal vez sea la oportunidad única de alguien para hacer éste comentario que, sin duda, esperó pronunciar toda su vida ¿Cómo responderías tú? Ser payasos, para nosotros, es más que solo pintarse la cara y hacer reír a la gente con actos tontos. Es muy común que cuando le platicas a alguien sobre tu profesión lo primero que diga sea –Vamos, cuenta un chiste- Pero si de chistes viviéramos, seríamos comediantes. Espera, es muy pronto para contarte sobre esto, mejor te contaré sobre nuestra historia y cómo es que nos convertimos en los “Payasos GusiNenes”.
-Escribe Pecosín-
Te contaré algo que disfruto de ser payaso, ver la cara de terror que tienen algunos porque simplemente no les gustan éstos personajes o les dan miedo. Y es que curiosamente yo era una de las personas que más miedo les tenía. Lo sé, suena ridículo y seguro se pregunten “¿Cómo es que llegaste a ser uno si les tenías miedo?”
Bueno, la historia es graciosa y la verdad me da algo de pena. Desde pequeño sabía que actuar era lo mío, de verdad, no saben lo feliz que era en mi mente cuando creaba algún personaje nuevo y lo presentaba frente a mi familia en un show súper improvisado pero de la mejor calidad posible.
Por cuestiones de la vida, nunca me atreví a estudiar actuación, ya que se me hace un campo un poco difícil en muchas situaciones. Tan solo pensar en el ambiente que luego se vive o se lee en biografías de algunos actores, me hace meditar que no es algo que quiera para mi.
Pasando los años, yo tenía como unos 14, conocí a un amigo que, comenzó a ir a unos “cursos de payasos” dónde ensayaban rutinas y concursos para los shows, no me pregunten como llegó él allí porque no tengo la menor idea. Solo sé que un día me pidió acompañarlo porque no quería ir solo, es decir, era un año menor que yo y los demás participantes en el curso eran personas que sin duda superaban los 27 años, así que yo también me sentiría incomodo si fuera solo. Acepté su invitación, era en un edificio muy alto en la zona de Tlatelolco en la CDMX, podía ver gran parte de la ciudad desde el treceavo piso.
Los cursos comenzaron y debo admitir que no todos eran muy buenos en lo que hacían, algunos sin lugar a dudas tenían una gran “chispa” pues era un legado familiar y otros, bueno, puedo decir que pensaban en el dinero y desde luego, tenían que trabajar mucho para lograr el carisma. Como sea, yo lo acompañé otras 4 veces más a los cursos pero debo admitir que mi amigo no era muy bueno, no quiero sonar presuntuoso, pero le faltaba cierta “chispa”.
El señor que dirigía los cursos era un payaso que llevaba unos 20 años en la profesión, ya era un experto y por lo mismo siento que se desesperó un poco cuando a mi amigo no le salía cierta rutina. Nunca voy a olvidar ese momento ya que, a partir de ahí, cambió mi vida. Recuerdo que le dijo algo como –“No puede ser, llevamos 4 clases y ¿aún no lo puedes aprender? Te aseguro que Luis – Es mi verdadero nombre- Que solo ha estado observando, ya se lo aprendió” – Bueno pues ya te imaginarás lo que pasó. Todos comenzaron a decir “Sí, que lo intente, queremos verlo”, eran muy insistentes y yo moría de pena, es decir, solo había ido para acompañar a mi amigo, todo ese tiempo estuve callado y en mi silla observando. Te prometo que en ningún momento me esperé eso, pero pues me insistieron tanto que lo hice.
Ahí estaba yo enfrente de todos con su atención puesta en mí, como solía ser con mi familia. Tragué saliva y comencé a hacer la rutina. ¿Cuál fue el resultado? Bueno, regresa en dos días y te lo cuento….