15/07/2024
ENVEJECIENDO CON DIGNIDAD.
— ¡Te estás volviendo viejo! —me dijeron—. ¡Has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario!
— No... —respondí— no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio.
He dejado de ser lo que a otros agrada, para convertirme en lo que a mí me agrada ser. He dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo. He dejado atrás los espejos mentirosos que engañan sin piedad.
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, de personas, de costumbres e ideologías. He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas y corazones. No es por amargura, es simplemente por salud.
Dejé las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje. Dejé de vivir historias y comencé a escribirlas. Hice a un lado los estereotipos impuestos. Dejé de usar maquillaje para ocultar mis heridas; ahora llevo un libro que embellece mi mente y mi alma. Cambié las copas de vino por tazas de café. Me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.
No, no me estoy poniendo viejo, pues llevo en el alma lozanía, y en el corazón la inocencia de quien a diario se descubre. Llevo en las manos la ternura de un capullo que, al abrirse, expandirá sus alas a otros sitios inalcanzables para aquellos que solo buscan la frivolidad de lo material.
Llevo en mi rostro la sonrisa que se escapa traviesa al observar la simplicidad de la vida y de la naturaleza. Llevo en mis oídos el trinar de las aves alegrando mi andar.
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo selectivo, apostando mi tiempo a lo intangible. Reescribiendo el cuento que alguna vez me contaron, redescubriendo mundos, rescatando aquellos viejos libros que a medias páginas había olvidado. Me estoy volviendo más prudente, he dejado los arrebatos que nada enseñan. Estoy aprendiendo a hablar de cosas trascendentes, estoy aprendiendo a cultivar conocimientos, estoy sembrando ideales y forjando mi destino.
No, no es que me esté volviendo viejo por dormir temprano los sábados, es que también los domingos hay que despertar temprano, disfrutar el café sin prisa y leer con calma un poemario.
No es por vejez por lo que se camina lento, es para observar la torpeza de los que a prisa andan y tropiezan con el descontento. No es por vejez por lo que a veces se guarda silencio, es simplemente porque no a toda palabra hay que hacerle eco.
No, no me estoy poniendo viejo, ahora estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa.