27/07/2016
Infidelidad en el matrimonio, ¿qué dice la Biblia acerca de eso?
Es infiel aquel quien es desleal a su cónyuge. La infidelidad no se limita al acto de adulterio o a la fornicación… es infiel aquel que violenta el pacto de exclusividad, lealtad, honestidad y amor que hizo con su pareja el día que ambos se comprometieron poniendo a Dios como testigo. La Biblia nos dice en Mateo 5:27-28 “Ustedes han oído que fue dicho: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo que cualquiera que mira con deseos a una mujer, ya adulteró con ella en su corazón”.
Las excusas suelen ser muchas: me casé pero no con el amor de mi vida y luego de algún tiempo nos volvimos a encontrar… ¿será que Dios lo ha vuelto a poner en mi camino para que estemos juntos? O, mi pareja y yo ya no nos entendemos… sin embargo esta otra persona si me entiende y me ama y creo que estaría mejor con él (o ella) porque el amor verdadero es lo más importante. Y hasta hay quien piensa que, un coqueteo inocente no le hace daño a nadie, más bien eleva la autoestima. Sin embargo Proverbios 2:12-19 nos exhorta a actuar en sabiduría ya que solo así nos veremos librados de la mujer ajena, de la extraña de palabras seductoras que, olvidándose de su pacto con Dios abandona al compañero de su juventud… el que se enreda con ella no vuelve jamás, ni alcanza los senderos de la vida. Dicho de otra forma, el camino de la infidelidad siempre deja pérdidas… una vez allí, no hay vuelta atrás. Aunque el individuo se arrepienta y hasta sea restaurado, no podrá borrar sus acciones. Recuerde que, podemos elegir lo que hacemos mas no las consecuencias de nuestros actos.
El infiel miente, engaña, deshonra y muchas veces hasta fornica. En esta senda, su afrenta no es solo en contra de su cónyuge sino también es contra Dios. El que entra en este camino ve como empieza a menguar en todos los aspectos de su vida: en las finanzas, en su comunicación con Dios, en su comunicación con su cónyuge… ve como se rompe la confianza y el respeto en el seno familiar. Al clamar a Dios, encuentra que la comunicación con él se encuentra obstruida y deteriorada. La respuesta a este revés está en Malaquías 2:13-16 Otra cosa que ustedes hacen es inundar de lágrimas el altar del Señor; lloran y se lamentan porque él ya no presta atención a sus ofrendas ni las acepta de sus manos con agrado. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.
¿Cuál es la exhortación en este fragmento bíblico? “Guardaos en vuestro espíritu y no seáis desleales” Nuestro espíritu se refiere a nuestra vida misma, ya que esto puedo llevar a un individuo a perdición eterna. Es allí donde inicialmente debemos guardarnos. Debemos guardarnos de: conversaciones que nos lleven a acariciar y coquetear con el pecado; del intercambio de miradas seductoras que aunque parezcan inocentes, hablan por sí solas; de prestar nuestros oídos a los halagos constantes que alimentan nuestro ego. Aunque todas estas cosas parezcan inocentes, bien nos dice Proverbios 6:28-29 “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre sus brasas sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare.”
Jacob conoció a Rebeca y se enamoró de ella. Podríamos decir que Rebeca era “el amor de su vida”. Cuando se vio casado con Lea, se sintió engañado y decidió luchar por ese amor. Alguno incluso podría decir que esta historia se parece a una de aquellas historias de amor que vemos en las telenovelas de hoy día. Sin embargo, la misma Palabra de Dios nos dice que, “por sus frutos los conoceréis”. ¿Cuál fue el fruto de esta famosa lucha por amor? No fue más que discordia, contienda y separación en el seno familiar. Y aunque Dios se acordó de Raquel y le permitió tener hijos, el cumplimiento de la promesa y el redentor del mundo, Jesús, salieron del vientre de Lea (Génesis 29 y 39). Independientemente de las circunstancias, ¿no podía Jacob regocijarse y aceptar la mujer que le había sido dada? ¿Acaso Dios no ve todas las cosas? El amor es una decisión.
Para finalizar, considere la exhortación de la Palabra de Dios en Salmos 5:18-20 “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña? Evidencias bíblicas.