11/07/2024
El Jardín de los Recuerdos
Había una vez un pequeño rincón de Juana Díaz Puerto Rico llamado Floristería Calle 11. Allí, entre las estrechas calles adoquinadas, se encontraba una floristería con un nombre que resonaba en susurros: “Flores Eternas”.
Los dueños, Joe y Beba , eran unas personas de ojos llenos de sabiduría. Habían heredado la Casa de su abuelo quien decían que las flores eran más que simples plantas; eran mensajeras del alma. Joe y Beba creían en esa magia y la tejían en cada arreglo que creaban.
Las personas acudían a la Floristería Calle 11 en busca de consuelo. Cuando alguien perdía a un ser querido, Joe y Beba no solo les entregaba flores, sino también historias. Historias de amor, de despedida y de esperanza. Cada rosa tenía un secreto, cada lirio guardaba un recuerdo.
Un día, una joven entró en la tienda. Sus ojos estaban hinchados por el llanto, y su corazón pesaba como una piedra. Había perdido a su abuelo, su confidente y compañero de aventuras. Joe la recibió con una sonrisa comprensiva y le mostró un ramo de margaritas blancas.
“Estas margaritas”, dijo Joe, “son como pequeñas estrellas que brillan incluso en la oscuridad. Son símbolo de pureza y recuerdos eternos”. La Joven asintió y tomó el ramo en sus manos temblorosas.
Pero había algo más en Floristería Calle 11. En el rincón más apartado, detrás de las hortensias azules, se encontraba una puerta antigua. Nadie sabía a dónde conducía, pero se decía que era el acceso al Jardín de los Recuerdos. Solo aquellos con el corazón roto podían cruzarla.
Elena, desesperada por sentir la presencia de su abuelo una vez más, decidió abrir la puerta. Al hacerlo, se encontró en un mundo de ensueño. Flores luminosas flotaban en el aire, y el aroma era embriagador. Allí, entre los pétalos de rosas y las campanillas, vio a su abuelo.
“Querida”, susurró él, “las flores son la conexión entre el cielo y la tierra. Cada vez que mires una rosa, sabrás que estoy contigo”. Ella lloró y abrazó a su abuelo, sintiendo su amor en cada pétalo.
Desde entonces, Floristería Calle 11 se llenó de personas que buscaban más que arreglos florales. Buscaban consuelo, esperanza y la certeza de que sus seres queridos nunca los abandonarían del todo. El jardín secreto se convirtió en un lugar sagrado, donde las almas se entrelazaban con las flores.
Y así, la fama de Floristería Calle 11 se extendió más allá de las calles del Viejo barrio Las órdenes llegaban de todas partes, y las flores seguían hablando en susurros. Porque en ese pequeño rincón, la magia florecía y los corazones sanaban.