04/08/2021
CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS
Creo que uno de los momentos más tristes de nuestra vida es cuando la puerta de la casa de los abuelos se cierra para siempre, cuando esa puerta se cierra, cerramos los encuentros con todos los miembros de la familia, que en ocasiones especiales cuando se reúnen, exaltan los apellidos, como si fuera una familia real, siempre cargados por el amor de los abuelos, como una bandera, ellos (los abuelos) son culpables y cómplices de todo.
Cuando cerramos la casa de los abuelos, también terminamos las tardes felices con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos y hasta recién casados que se enamoran del ambiente que allí se respira.
No necesita ni salir de casa, estar en casa de los abuelos es lo que toda familia necesita para ser feliz.
Las reuniones navideñas, regadas con el olor a pintura fresca, que cada año que llegan, pensamos "... y si esa es la última vez "? Es difícil aceptar que eso tenga un plazo, que un día todo estará cubierto de polvo y la risa será un recuerdo lejano de tiempos tal vez mejores.
El año pasa mientras esperas estos momentos, y sin darnos cuenta, pasamos de ser niños abriendo regalos, a sentarnos junto a los adultos en la misma mesa, jugando al almuerzo, y al aperitivo para la cena, porque el tiempo de la familia no pasa y el aperitivo es sagrado.
La casa de los abuelos siempre está llena de sillas, nunca se sabe si un primo va a traer novia, porque aquí todos son bienvenidos.
Siempre habrá un termo con café o alguien dispuesto a hacerlo.
Saludas a la gente que pasa por la puerta, aunque sean extrañas, porque la gente en la calle de tus abuelos es tu pueblo, ellos son tu ciudad.
Cerrar la casa de los abuelos es decir adiós a las canciones con la abuela y los consejos del abuelo, al dinero que te dan secretamente de tus padres como si fuera una ilegal, llorar de risa por cualquier tontería, o llorar el dolor de los que se fueron demasiado pronto.
Es decir adiós a la emoción de llegar a la cocina y descubrir las ollas, y saborear la comida de la abuela".
Por lo tanto, si tienes la oportunidad de tocar la puerta de esa casa y alguien te abre por dentro, aprovecha siempre que puedas, porque entrar ahí es imaginar ver a tus abuelos o a tus viejos, sentados esperando para darte un beso, es sentir la sensación más maravillosa que puedas tener en la vida.
Si resulta que ahora nos toca ser abuelos, y ya nuestros padres no están, nunca perdamos la oportunidad de abrir las puertas a nuestros hijos y nuestros nietos y celebrar con ellos el don de la familia, porque solo en la familia es donde los hijos y los nietos encontrarán el espacio oportuno para vivir el misterio del amor a los más cercanos y a los que les rodean.
Disfruten y aprovechen la casa de los abuelos mientras puedan, pues llegará un momento en que, en la soledad de sus paredes y rincones si cierras los ojos y te concentras, podrás escuchar tal vez el eco de una sonrisa o un llanto atrapado en el tiempo, y al abrirlos de nuevo, la nostalgia te atrapará, y te preguntarás, ¿por qué se fue todo tan deprisa? Y sería doloroso descubrir que no todo eso se fue, sólo que lo dejamos ir.