06/01/2022
EL SUEÑO DE HERMES
-CORPUS HERMETICUM
Un día que había comenzado a meditar sobre los seres, y que mi pensamiento volaba en las alturas mientras mis sentidos corporales estaban atados como les ocurre a aquellos a los que vence un pesado sueño traído por exceso de alimento o por una gran fatiga del cuerpo, me pareció que ante mí se aparecía un ser inmenso, más allá de cualquier medida definible que, llamándome por mi nombre, me dijo: – ¿Qué es lo que quieres oír y ver, y aprender y conocer por el entendimiento?
– ¿Quién eres?, le pregunté. – Yo soy Poimandrés, respondió, el Noûs de la Soberaneidad Absoluta. Sé lo que quieres y estoy contigo dondequiera. Y yo dije: – Quiero ser instruido sobre los seres, comprender su naturaleza, conocer a Dios. ¡Cómo deseo saber!, dije. A su vez, me respondió: – Guarda bien en tu mente todo lo que quieres aprender y yo te enseñaré.
Con estas palabras transformó su apariencia y todo se desveló instantáneamente ante mí, y contemplé una visión sin límites, todo vuelto luz, serena y alegre, y habiéndola visto, me quedé enamorado de ella. Y poco después, sobrevino una oscuridad terrorífica y sombría, que se dirigió hacia abajo enrollándose en espirales tortuosas, semejante a una serpiente según me pareció. Luego esta oscuridad se convirtió en una especie de naturaleza acuosa, agitada de una manera indecible, que exhalaba un humo como el que sale del fuego, y producía una especie de sonido, un gemido indescriptible. Después brotaba de ella la llamada de un grito inarticulado, tal que yo lo comparaba con el sonido del fuego, al mismo tiempo que, saliendo de la luz, el Verbo santo vino a abrazar la Naturaleza, y un Fuego sin mezcla se lanzó fuera de la naturaleza acuosa hacia lo alto, hacia la región sublime; era ligero y vivo, y activo al mismo tiempo; y el Aire, siendo ligero [también], siguió al soplo ígneo, elevándose hacia el Fuego a partir de la Tierra y el Agua, de manera que parecía suspendido del Fuego. La Tierra y el Agua permanecían en su lugar, ambas íntimamente mezcladas entre sí, tanto, que no se distinguían: y eran incesantemente movidas bajo la acción del soplo del Verbo que se encontraba por encima de ellas, según el oído percibía.
Entonces Poimandrés dice: – ¿Has comprendido lo que significa esta visión?, y yo: – Lo sabré. – Y él dice: esta luz soy yo, Noûs, tu Dios, aquél que es antes de la naturaleza acuosa que se ha manifestado de la oscuridad. En cuanto al Verbo luminoso salido del Noûs, es el hijo de Dios. – ¿Qué?, dije. – Aprende lo que quiero decirte de este modo: lo que en ti mira y comprende es el Verbo del Señor, y tu Noûs es Dios Padre; no están separados uno del otro, pues en su unión consiste la vida. – Te doy las gracias, dije. – Pues entonces fija tu espíritu en la luz y aprende a conocer esto.
Con estas palabras él me miró de frente largo tiempo, tanto que temblé ante su aspecto. Después, cuando volvió a levantar su cabeza, yo vi en mi Noûs la luz, consistente en un número incalculable de Potencias que se tornaban un mundo sin límites, mientras el Fuego era envuelto por una fuerza todopoderosa y así, firmemente contenido, había fijado su posición. Esto fue lo que discerní en esta visión, animado por la palabra de Poimandrés. Como sin embargo estaba completamente fuera de mí, él me dijo nuevamente: – Has visto en el Noûs la forma Arquetípica, el preprincipio anterior al comienzo sin fin; así me habló Poimandrés. – Ahora bien, ¿de dónde han surgido los elementos de la naturaleza?, dije. El respondió: – De la Voluntad de Dios, que, habiendo recibido en ella el Verbo y habiendo visto el hermoso mundo arquetípico, lo imitó, quedando modelada en un cosmos según sus propios elementos y su progenie, las almas.
Pero el Noûs Dios, siendo andrógino, existiendo como vida y luz, procreó con su palabra un segundo Noûs demiurgo que, siendo dios del fuego y del aliento vital, moldeó Regentes, siete en número, que envuelven en sus círculos al mundo sensible; y su gobierno es llamado el Destino.
Inmediatamente el Verbo de Dios se elevó fuera de los elementos que pesan hacia abajo, y se lanzó hacia esa pura región de la naturaleza que acababa de ser formada, se unió al Noûs demiurgo (pues era de la misma esencia) y, a causa de ello, los elementos inferiores de la naturaleza fueron abandonados a sí mismos desprovistos de razón, para no ser ya sino simple materia.
Sin embargo, el Noûs demiurgo, conjuntamente con el Verbo, conteniendo los círculos y haciéndolos girar con un zumbido, puso así en marcha el movimiento circular de sus criaturas, permitiéndoles cumplir su revolución desde un comienzo indeterminado hasta un fin ilimitado, pues él comienza donde se acaba. Y esta rotación de los círculos, según el querer del Noûs, produjo, sacándolos de los elementos que pesan hacia lo bajo, animales sin razón (pues ya no retenían el Verbo en ellos), el aire produjo volátiles y el agua animales acuáticos. La tierra y el agua habían sido separadas una de otra, según el querer del Noûs, y la tierra hizo salir de su propio seno los animales que retenía en sí, cuadrúpedos y reptiles, bestias salvajes y domésticas.
Ahora bien, el Noûs, Padre de todos los seres, siendo vida y luz, produjo un Hombre9 parecido a él, del que se prendó como de su propio hijo. Pues el Hombre era muy hermoso, reproducía la imagen de su Padre: porque verdaderamente es de su propia forma que Dios se enamoró, y le entregó todas sus obras. Pero, cuando el Hombre hubo observado la creación que el demiurgo había modelado en el fuego, también él quiso producir una obra, y para ello el Padre le dio permiso. Entrando en la esfera demiúrgica, donde él debía tener plenos poderes, observó las obras de su hermano; y los Regentes amaron al Hombre, y cada uno le dio participación en su propia magistratura. Entonces, habiendo aprendido a conocer su esencia y habiendo recibido participación de su naturaleza, quiso pasar a través de la periferia de los círculos, y conocer la potencia de aquél que reina sobre el fuego.
Entonces el Hombre, que tenía pleno poder sobre el mundo de los seres mortales y de los animales sin razón, se inclinó a través de la armonía de las esferas cuyas envolturas había roto, y manifestó la hermosa forma de Dios a la Naturaleza de abajo. Cuando ésta hubo visto que él tenía en sí mismo la forma de Dios junto con la belleza inagotable y toda la energía de los Regentes, sonrió de amor: porque había visto reflejarse en el Agua el semblante de esta forma maravillosamente bella del Hombre, y a su sombra sobre la Tierra. En tanto que él, habiendo percibido esta forma semejante a él presente en la Naturaleza, reflejada en el Agua, la amó y quiso habitar allí. Desde el mismo momento que lo quiso lo cumplió, y habitó la forma sin razón. Entonces la Naturaleza, habiendo recibido en ella a su amado, lo abraza completamente, y ellos se unen pues arden de deseo.
Por eso el hombre, solo entre todos los seres que viven sobre la tierra, es doble: mortal por su cuerpo, inmortal por el Hombre esencial. Aunque en efecto sea inmortal, y tenga imperio sobre todas las cosas, padece la condición de los mortales, sujeto como está al Destino. Por esto, aunque esté por encima de la armonía de las esferas, se ha vuelto esclavo dentro de ella. Él es andrógino porque procede de un padre andrógino, y no duerme porque viene de un ser que vela, pero no por ello deja de ser vencido por el deseo y el sueño.– ¿Y después de eso, oh Noûs mío?, porque en verdad ardo de deseo por lo que me estás diciendo. Entonces dijo Poimandrés: – Lo que voy a narrarte es el misterio que ha sido mantenido oculto hasta este día. Habiéndose unido en efecto la Naturaleza al Hombre por amor, ocasionó un prodigio completamente sorprendente. El Hombre tenía en sí la naturaleza conjunta de los siete, compuestos, como te dije, de fuego y de aliento; la Naturaleza entonces, incapaz de esperar, parió al punto siete hombres correspondientes a las naturalezas de los Siete Regentes, andróginos, irguiéndose hacia el cielo. – ¿Y después de esto, Poimandrés?, verdaderamente he llegado a un deseo extremo y me consumo por oírte. No te apartes del tema. Pero Poimandrés me dijo: – ¡Cállate pues!, no he acabado todavía de exponerte el primer punto – Ya me callo, respondí.
– Así entonces, como decía, la generación de estos siete primeros hombres se hizo como sigue: hembra era la Tierra, el Agua el elemento generador, el Fuego condujo las cosas a la madurez, la Naturaleza recibió del Éter el Aliento Vital y produjo sus cuerpos según la forma del Hombre. En cuanto al Hombre, de vida y luz que era, se trocó en alma y en intelecto (noûs): la vida en alma, la luz en intelecto. Y todos los seres del mundo sensible permanecieron en este estado hasta el fin de ese ciclo y el comienzo de las especies.
Escucha ahora esto que ardes por entender. Una vez que hubo acabado enteramente ese período, el lazo que unía todas las cosas fue roto por la voluntad de Dios. Pues todos los animales que hasta entonces eran andróginos fueron separados en dos al mismo tiempo que el hombre, y se convirtieron unos en machos por una parte y otros por otra en hembras. Inmediatamente dijo Dios con palabra santa: "Creced en acrecentamiento y multiplicáos en multitud, vosotros todos, mis criaturas y obras. Y que aquél que tiene Intelecto se reconozca él mismo como inmortal, y que sepa que la causa de la muerte es el deseo, y que conozca a todos los seres".
Habiendo Dios hablado así, la Providencia, por medio del destino y de la armonía de las esferas, obró las conjunciones y estableció la generación, y todos los seres se multiplicaron, cada uno según su especie. Y aquél que se ha reconocido a sí mismo ha llegado al bien más preciado entre todos, mientras que aquél que ha querido al cuerpo, fruto de la equivocación del deseo, permanece errante en la Oscuridad, sufriendo sensiblemente las cosas de la muerte.
–¿Qué falta inmensa, exclamé, han cometido entonces los que están en la ignorancia para ser privados de la inmortalidad? – Parece que no has reflexionado en aquello que has oído. ¿No te había dicho que estuvieras atento? – Lo estoy, y me acuerdo, y a la vez doy gracias – Si has prestado atención, dime: ¿por qué merecen morir los que están en la muerte? – Porque la fuente de donde mana el cuerpo individual es la Oscuridad sombría, de la que vino la Naturaleza acuosa, que constituye el cuerpo en el mundo sensible, en el que abreva la muerte.
– Has comprendido bien, amigo. Pero ¿por qué "el que se ha conocido a sí mismo va hacia Dios" como dice su palabra? – Porque, respondí, es de luz y de vida que está constituido el Padre de todas las cosas, de quien nació el Hombre – Dices bien: luz y vida, eso es el Dios y Padre de quien ha nacido el Hombre. Si aprendes pues a conocerte como hecho de vida y luz, y que son esos los elementos que te constituyen, volverás a nacer otra vez. He ahí lo que me dijo Poimandrés.
– Pero, pregunté, dime aún, ¿cómo iré yo mismo a la vida, Noûs mío? y Dios dice: "que el hombre que tiene Intelecto se reconozca a sí mismo". ¿No tienen en efecto Intelecto todos los hombres? – Controla tu lengua, amigo mío. Yo, Noûs, estoy con los que siguen la ley divina, son buenos, limpios y misericordiosos, estoy junto a los que obran reverentemente, mi presencia se convierte en socorro e inmediatamente conocen todo y se les hace propicio el Padre por el camino del amor, y con cariño filial le dan las gracias mediante plegarias e himnos, según lo que está ordenado respecto a Dios. Y antes de abandonar su cuerpo a la muerte, que le es propia, aborrecen sus sentidos pues conocen sus operaciones. Más aún, yo, Noûs, no dejaré que las acciones del cuerpo, que les asaltan, lleven a cabo sus efectos sobre ellos. Pues, en mi calidad de guardián de las puertas, cerraré la entrada a sus acciones malas y vergonzosas, poniendo término a sus quimeras.
En cuanto a los insensatos, los malos, los viciosos, los envidiosos, los codiciosos, los asesinos, los impíos, me mantengo lejos de ellos, cediéndole el sitio al espíritu vengador quien, aplicando el aguijón del fuego a los hombres de tal disposición a través de los sentidos, los arman mejor para las acciones bajas a fin de que les sea aplicado un mayor castigo. Así ese hombre no cesa de llevar su deseo hacia apetitos sin límites, guerreando en las tinieblas sin que nada pueda satisfacerlo, y eso es lo que le tortura y aumenta sin parar la llama que le quema.
Me has enseñado bien todas las cosas, como yo quería, oh Noûs. Pero háblame también del ascenso y cómo se produce. A eso Poimandrés respondió: – Primeramente, en la disolución del cuerpo material, pues lo entregas a la alteración, la forma que tenías cesa de ser percibida, y abandonas al espíritu tu yo habitual, a partir de ahora inactivo, y los sentidos corporales remontan a sus fuentes respectivas, de las que se convierten en partes, y son de nuevo amalgamados con las Energías, mientras el irascible y el concupiscible van a la naturaleza sin razón. Y así es como el hombre se lanza para siempre hacia lo alto a través de la armonía de las esferas; en la primera zona abandona la potencia de crecer y menguar; en la segunda las industrias de la malicia, ladrón ya sin efecto; en la tercera la ilusión del deseo, sin valor desde ahora; en la cuarta, la ostentación del mando, ahora desprovisto de ambiciones; en la quinta la audacia impía y la temeridad presuntuosa; en la sexta los apetitos ilícitos que da la riqueza, que ya no actúan; en la séptima zona, la mentira que tiende trampas. Y entonces, desnudado de todo lo que había producido la armonía de las esferas, entra en la naturaleza ogdoádica, no poseyendo sino su propio poder; y con los Seres canta himnos al Padre, y toda la asistencia se alboroza con él de su venida. Y vuelto semejante a sus compañeros, oye también a ciertas Potencias que moran por encima de la naturaleza ogdoádica cantando con dulce voz himnos a Dios. Y entonces, en buen orden, suben hacia el Padre, y se abandonan a las Potencias y, vueltos ellos mismos Potencias, entran en Dios. Pues este es el fin bienaventurado de los que poseen el conocimiento: convertirse en Dios. ¡Y bien! ¿Qué esperas ya? Ahora que has heredado de mí toda la doctrina ¿no vas a guiar a los que lo merezcan para que, por tu intermediación, el género humano sea salvado por Dios?
Habiendo hablado así, Poimandrés, se unió a las Potencias ante mis ojos. Y yo, cuando hube dirigido al Padre de todas las cosas acciones de gracias y plegarias, fui despedido por Poimandrés, después de haber sido investido de potencia e instruido sobre la naturaleza del Todo y sobre la visión suprema. Y comencé a predicar a los hombres la belleza del temor de Dios y del conocimiento. "Oh pueblos, hombres nacidos de la tierra, vosotros que os habéis abandonado a la embriaguez, al sueño y a la ignorancia de Dios, sed abstemios, cesad de revolcaros en la crápula, hechizados como estáis por un sueño de bruto".
Entonces ellos, cuando oyeron, se juntaron unánimes a mí. Y yo les dije: – ¿Por qué, hombres nacidos de la tierra, os habéis entregado a la muerte, si tenéis el poder de participar en la inmortalidad? Arrepentíos, vosotros que habéis caminado con el error y tomado a la ignorancia por compañía. Liberáos de la luz tenebrosa, tomad parte en la inmortalidad, de una vez abandonad para siempre la perdición.
Entonces, algunos de entre ellos, después de haberse burlado de mí, se fueron por su lado, pues se habían metido en el camino de la muerte. Pero los otros, arrojándose a mis pies, me urgían para que les instruyera. Yo, entonces, los volví a levantar y me convertí en el guía del género humano, enseñándoles la doctrina, cómo y por qué medios serían salvos. Y sembré en ellos las palabras de la sabiduría y fueron alimentados con el agua de ambrosía.Llegada la tarde, cuando toda la luz del sol comenzó a desaparecer, les invité a dar gracias a Dios. Y una vez hubieron cumplido la acción de gracias, cada uno se fue a dormir a su cama.
Yo grabé en mí mismo el don de Poimandrés y sentí una alegría extrema por haber sido colmado así de lo que deseaba. Pues en mí, el sueño del cuerpo se había transformado en sobrealerta del alma, la oclusión de mis ojos en una visión verdadera, mi silencio en una preñez de bien, y la expresión de la palabra en una progenie de cosas buenas. Y todo me sucedió porque había recibido de mi Noûs, es decir de Poimandrés, el Verbo de la Soberaneidad Absoluta. Y heme aquí pues, colmado del aliento divino de la verdad. Así es como con toda mi alma y todas mis fuerzas ofrezco al Dios Padre esta alabanza.
"Santo es Dios, el Padre de todas las cosas.
Santo es Dios, cuya voluntad es realizada por sus propios Poderes
Santo es Dios, que quiere que se le conozca y que es conocido por los que le pertenecen.
Santo Tú, que por el Verbo has constituido todo lo que es.
Santo Tú, de quien la Naturaleza entera ha reproducido la imagen.
Santo Tú, a quien la Naturaleza no ha hecho.
Santo Tú, que eres más fuerte que toda potencia.
Santo Tú, que eres más grande que toda excelencia.
Santo Tú, que estás por encima de las alabanzas.
Recibe los puros sacrificios en palabras que te ofrecen un alma pura y un corazón tendidos hacia ti, Inexpresable, Indecible, tú a quien sólo el silencio nombra. Te suplico, que ninguna caída me prive de la parte de conocimiento que corresponde a nuestra esencia, concédeme lo que te pido y lléname de poder. Entonces iluminaré con esta gracia a aquellos de mi raza que permanecen en la ignorancia, mis hermanos, tus hijos. Sí, tengo fe y doy testimonio: voy a la vida y a la luz. Bendito eres, Padre: el que está unido a ti quiere ayudarte en la obra de sacralización, siendo que le has transmitido toda la potencia".