11/04/2022
Tuve el privilegio de crecer en tres cocinas, la de mi abuelo materno, quien tuvo restaurantes y que tenía una mano para cocinar a otro nivel. La de mi familia paterna, originarios de Barranquitas y Aibonito, que hacían reuniones familiares para confeccionar pasteles, arroz con dulce, alcapurrias, entre otras delicias al fogón, y de mi otra tía que tenía un negocio de catering.
Admito que al principio no me gustaba la idea de estar en una cocina, pero poco a poco le cogí el gustito y empecé alterar recetas originales y a darles mi propio toque. Luego tuve la oportunidad de viajar y conocer otras culturas, costumbres, y sobre todo conocer las especias, platos típicos y postres. Lo más que me encantó de ese proceso es explorar e innovar fusionando sabores y creando delicias culinarias. Para mí la cocina es un laboratorio.
Hace un año llegué a Rochester, NY y la nostalgia por la ausencia de mi tía Tata (QEPD) de quien aprendí tantas recetas (que llevan más de cuatro generaciones en mi familia), en su honor decidí retomar la cocina. Fui buena aprendiz, aunque cada cual tiene su toque propio, ella me enseñó el ingrediente secreto que usaba en todo lo que cocinaba, el amor. Así nació Doña Tata.